Cáncer y Apiterapia I
Hablar de cáncer y tratamientos, es un tema bastante delicado en el cual entran a jugar las propias ideologías. Es bueno tratar de conocer algo del tema antes de intentar arreglarlo. Sin estar correctamente definido, el tema cáncer, para la medicina tiene como aceptado que es propio de la persona. Si a nadie le cae de arriba y no se contagia, debemos pensar que cada uno lo genera. Otros dirán que nacemos con nuestros cánceres y está en nuestra forma de vida (o la que nos imponen), mantenerlos dormidos o despertarlos o incluso engordarlos.
También hay coincidencia en que esas células propias degeneran, pierden (o cambian función) y tienen muy larga vida. Han perdido la apoptosis. Lo explico: Toda célula tiene un “mecanismo” genético de suicidio programado. Este se activa cuando envejece, degenera o pierde función, por ejemplo. Esto hace que la célula cancerígena sea muy longeva, consuma energía y no produzca.
En los países “civilizados”, a los que miramos con cierta envidia, el tratamiento del cáncer (y de casi toda enfermedad) es pluridisciplinario. En estos lugares, ante el diagnóstico inicial, lo primero que se hace es el apoyo psicológico. Esto no es para que la persona asuma su destino o se vaya haciendo a la idea de tratamientos mutilantes y perjudiciales. Esto obedece a que no se puede despegar la enfermedad orgánica del aspecto emocional. Casi siempre hay eventos desencadenantes o agravante que pasan por el aspecto emocional; y cuando no se los encuentra visibles, casi sin excepción, la persona enferma lleva una lucha diaria, sea contra un ambiente social que le es desfavorable, sea contra sucesos muy anteriores que nunca pudo superar, sea por lo que quiere y no puede ser o sea (las más de las veces) por la contradicción eterna que tenemos los humanos con el saber que somos mortales, el miedo a esto y el lograr que el pequeño instante que llamamos vida, se nos malogre. Quizás todo este bloque sea cuestionable o discutible técnicamente, ya que aún no se miden las emociones; y la medicina organicista desprecia lo que no puede medir. Esto no es importante para el lector, ya que desde el punto de vista humano, todos sabemos de qué estoy hablando. Mercancía a la que no se le puede poner precio.
Es cuestión de sentido común, entender que el cáncer o el tumor no son la enfermedad. Si esto fuera así, la cirugía solucionaría (o habría solucionado) la mayor parte de los cánceres, al menos los operables. En general casi siempre se opera, se dice que no quedó nada, que está todo bien, pero “por las dudas” quimio y rayos. Y la realidad marca que en pocos años, no más de seis, el proceso vuelve totalmente agravado, con diseminación en muchas partes del cuerpo y un sombrío pronóstico no solo en cantidad, sino en calidad de vida. En la década del 60, Iván Illich decía (con mucha aproximación) que los dolores y el decaimiento de la persona no son propios de la enfermedad, sino otra enfermedad paralela generada sobre todo por la quimioterapia y secundariamente por los rayos. La persona enferma sabe de la difícil decisión de dejar el tratamiento cuando hasta la última célula de su cuerpo y el sufrimiento le dicen que es mejor que los mate la enfermedad.
También esto podrá ser discutido por la medicina convencional, porque va en contra de sus parámetros o de sus negocios, pero simplemente habría que hacer memoria y recordar a algún enfermo que pasando por todos estos pasos no haya muerto del mismo cáncer y de muy mala forma. Si se mostraran estadísticas reales de la eficacia de estos tratamientos, se vería que son nulos. Es inaceptable el argumento de que sin los tratamientos hubieran muerto antes o de peor manera, ya que esto es una opinión sobre una realidad desconocida, y la medicina oficial, alopática no se basa en opiniones sino en certezas. Vaya contradicción la de ese sistema.
Retomando, si el tumor no es la enfermedad, es obvio que el enfermo es el individuo todo, que debemos mejorar su organismo y especialmente su sistema inmunitario, nunca degradarlo con tratamientos destructivos. Es obvio que debemos preocuparnos por su forma de vida y lo que le afecta, y finalmente, cuando el terreno es propicio podemos o no ocuparnos del tumor.